Los 7 Dolores de la Virgen María
El símbolo de los siete puñales clavados en un corazón es un elemento de la iconografía mariana muy presente en nuestra Semana Santa. Los siete puñales representan los siete dolores de la Virgen María, referidos a los sucesos de la vida, pasión y muerte de su hijo.
Primer Dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te
anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de
Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra
redención sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. Y, por los
méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus
virtudes.
Segundo Dolor: La huida a Egipto con Jesús y José
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Tercer Dolor: La pérdida de Jesús
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le
habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de
San José; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que los
jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Cuarto Dolor: El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras
culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era
creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser
condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado
como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de
espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y
ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las
espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor
sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande;
sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado;
te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que seamos
dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Quinto Dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Sexto Dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como
si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran
amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros
por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo
sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad
de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en
este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él
nos amó.
Séptimo Dolor: El entierro de Jesús y la soledad de María
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el
universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último
momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la
muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya
podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y
la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan
caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le
acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de
aflicción; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo,
concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario